Notó su presencia mucho antes de que hablase. Desprendía tanta energía que su presencia parecía cargar el aire de electricidad.
A veces pensaba que toda esa energía era fruto de la seguridad en sí mismo que rozaba la soberbia; que la exasperaba en tantas ocasiones como hacía que pensase que era lo que los mantenía conectados.
Cerró los ojos y respiró profundamente, sin girarse. Escuchaba su respiración a su espalda.
Quieto. Cerca.
Demasiado cerca, aunque ni siquiera se rozaban. Demasiado lejos, porque no se estaban tocando.
Volvió a coger aire y lo soltó lentamente, todavía sin abrir los ojos, mientras se giraba.
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