sábado, 17 de junio de 2017

Nunca hice caso a quienes decían que los muros no mantienen a los demás fuera, sino a ti encerrado dentro, y construí mi pequeña muralla ladrillo a ladrillo, y dejé que el hielo reinase sobre ellos convencida de que no llevarían razón.
No escuché a quienes me decían que escapase, no agarré las manos que me tendieron para ayudarme a saltar, no me atreví a cruzar el muro, esperando un momento más adecuado.
Y es ahora, cuando esta muralla ha crecido tanto que me ha encerrado, cuando me siento atrapada entre sus paredes, cuando me queda tan poco espacio dentro que a veces incluso cuesta respirar, cuando me doy cuenta de que llevaban razón.
Es ahora cuando me doy cuenta de que este muro que puse entre el mundo y yo es demasiado fuerte y está demasiado frío como para que nadie pueda derribarlo. Que es demasiado grueso como para que se puedan escuchar mis gritos desde fuera. Que nadie puede oírme. Nadie puede rescatarme de esta fortaleza helada que nos separa.
Y nunca hasta ahora había notado tan dentro esta soledad que muerde y congela cada célula de mi cuerpo, ni tampoco había deseado tanto encontrar una grieta que pudiese mostrarle a alguien el pequeño refugio que construí, y que poco a poco se ha convertido en una cárcel.