domingo, 7 de julio de 2013

Ya está todo gritado, mejor pa' el corazón.

He vuelto a las noches de humo, insomnio y ausencias. He vuelto a ese vacío que casi había llegado a pensar que no volvería sentir. A echar de menos las risas, los silencios, tu presencia. He vuelto a pensar cómo hubiesen sido las cosas si yo fuese un poco menos yo, y tú fueses un poco menos tú. Aunque claro, cómo se podría esperar que fuésemos nosotras entonces.
He vuelto a la necesidad de escribir para cambiar de libro, de cerrar puerta, abrir ventanas y aceptar los cambios. Aunque yo siempre he dicho que los cambios al final, nunca traen nada bueno.
Podría repetirme que estoy mejor sin ti tantas veces que terminase creyéndomelo, más por aburrimiento que por otra cosa, pero sería mentira. Lo cierto es que mi vida sigue siendo el mismo caos de casualidades que ha sido siempre, sigo temiendo a los planes más que nunca y todavía no le he encontrado sentido a mis pasos.
Aunque quizá ese fuese el problema, que sólo tuvimos planes, y después ya no nos quedó nada que nos mantuviese unidas. Quizá el problema fuese yo y mis expectativas. Quizá fue cosa de mi poca paciencia, o de tu poca empatía. Quizá el problema simplemente fuese ese asqueroso equilibrio que no permite que dos cosas buenas puedan pasarme al mismo tiempo.
Pero el caso es que aquí estoy, sin poder evitar mirar al pasado, sin poder evitar todos los buenos momentos que vivimos cuando las cosas eran más fáciles y el futuro me parecía menos oscuro.
Podría decir que no te echo de menos, que he superado todo esto, que nada me importa ya. Pero en realidad, eso tal vez solo lo creyeses tú.
También podría decir que quiero que vuelvas, que desearía volver a empezar, pero, en realidad, tantos golpes me han hecho aprender que por más que lo intentes y más que te empeñes en cambiarlo, nadie puede luchar contra el destino.

~Triss

jueves, 27 de junio de 2013

You do not.

No lo pierdas. No lo estropees. No le hagas daño. No. No lo hagas. No destruyas lo que tienes por un recuerdo. No creas al que dijo que "todo tiempo pasado fue mejor", porque es mentira. No le falles. Porque si lo haces, te aseguro que en algún momento te darás cuenta de que nunca podrás perdonarte por haber perdido su confianza. Y tampoco podrás recuperarla.
Así que no. No juegues con algo tan frágil y a la vez tan peligroso, porque nos incendiarás a todos. Y eso yo tampoco podré perdonártelo nunca.
Aprende a apreciar lo que tienes, a olvidar lo que perdiste. Aprende a mirar lo que hay enfrente de tus ojos. A aceptar lo que tienes. Y no pretendas modelar la realidad, porque nunca podrás hacerlo lo suficientemente bien. No lo intentes, porque tus herramientas tienen doble filo. Y te harán sangrar de formas que no puedes ni imaginarte. 
No lo hagas. Acepta mis consejos, aunque no los entiendas. No le falles. No te falles. No vuelvas a caer. No camines sobre tus pasos, porque nunca llegarás a ningún lugar nuevo. Y recuerda que si te marchaste, es porque algo te hizo partir.
No te equivoques. No de esta forma.
~Triss

sábado, 6 de abril de 2013

This ain't a fairytale...

En casi todas las películas de acción hay un momento en que el protagonista está a punto de caer desde un precipicio, o desde un puente de cuerda, o desde un altísimo edificio. Y en ese momento, siempre llega el mejor amigo del protagonista, ese que ha estado a su lado durante los 90 minutos de película, y le agarra la mano. Entonces el protagonista le pide que no lo suelte, y él no lo hace, y al final todo sale aceptablemente bien.
Es una lástima que lo mío no sea una película, sino la vida real. O, en el caso de que quisiera encuadrarlo en un género, sería una de esas películas que dan un giro absurdamente enrevesado en los últimos minutos, y ese amigo en el que todos habíamos confiado en todo momento, suelta la mano del protagonista con una sonrisa macabra.
Y aquí me tenéis a mi, en caída libre desde lo más alto, acompañada de mi confianza y de mi imaginación, y abrazada únicamente a mi decepción.
Preguntándome por qué las cosas cambian siempre de esa forma tan brusca, porqué tiene que existir ese maldito equilibrio que hace que no puedan pasar dos cosas buenas al mismo tiempo.
Y sobre todo, intentando convencerme de que la complicidad y la sinceridad no pueden haber desaparecido de repente, que tiene que quedar algo de lo que un día nosotras fuimos, pero que el tiempo me ha hecho comprender que ya no volveremos a ser nunca.
Intentado encontrar una explicación a todo lo que se ha dicho, y sobre todo a lo que nos hemos callado, a lo que hemos pensado, pero nunca ha salido a la luz. Intentando encontrar una solución, intentando apartar tanto orgullo que nos aleja para que todo vuelva a ser como al principio, para ser capaces de fingir que estos meses no han pasado, que todo sigue estando bien.
Porque si algo he terminado por aprender en los últimos tiempos  es que cuando algo se rompe, por mucho empeño que se ponga en restaurarlo, nada va a hacer que se borren las grietas, por más que nos duela.
Así no tengo muy claro si esto es una despedida, o sólo una forma de sacar todos esos pensamientos que me acosan cuando cae el sol y no me dejan dormir, ni tampoco respirar, pero aquí está.
Un final para una película que, a pesar de su absurdo y cruel desenlace, ha sido la mejor que nunca nadie podrá llegar a soñar.
~Triss

miércoles, 13 de marzo de 2013

A happy ever after...

En realidad, nunca me han gustado del todo los finales felices. Incluso de pequeña, mientras todas suspiraban al ver como el beso del Príncipe Azul despertaba a Blancanieves o a la princesa Aurora, o como llegaba cabalgando en un precioso corcel blanco para rescatar a Cenicienta de sus horribles hermanastras, yo prefería ver una y otra vez como Pocahontas dejaba marchar al amor de su vida, a pesar de haber peleado contra su gente y sus ideas para defender sus sentimientos.
Como si fuese una macabra broma del destino, una forma de avisarme, de prepararme para la realidad que venía después. De advertirme de que no va a haber ningún final feliz para mí. De que ningún príncipe azul vendrá para salvarme, de que tropezaré una y otra vez con la misma piedra, de que siempre caería en las redes del chico malo, que, lamentablemente, no viste con capa negra en la vida real, aunque sí que mantiene esa sonrisa traviesa que siempre me ha enganchado.
Y da igual que parezca que todo empieza a funcionar, que esta vez he elegido bien, o que me esfuerce en sonreír cada mañana. Da igual esa jodida positividad que me empeño en mantener, como un escudo ante todo lo que pueda llegar, porque nadie puede luchar contra el destino. Y el mío no está a su lado, por mucho que yo lo intente, o espere cada noche sin darme cuenta de que cuando suene el despertador me arrepentiré de no haberme ido a dormir cuando debía.
Porque seamos sinceros, no tengo nada de lo que espera, de lo que busca, o de lo que merece. No puedo darle lo que desea, por mucho de mi que yo ponga sobre la mesa. Nunca bastante, nunca a la altura. Haga lo que haga, siempre en el segundo puesto, en la zona prohibida, de la que nunca podré salir aunque quiera. Porque ese es mi lugar. La que mejor escucha, con la que más secretos compartes, en quien más confías. La que te dará los mejores consejos y te ayudará en cualquier situación. Con quien tendrás conversaciones interminables, y luchará por sacarte una sonrisa siempre que pueda. Pero no alguien con quien vivir algo más. No la persona destinada a tener un "Felices para siempre" y comer perdices al final de cuento.
Y seamos realistas, digan lo que digan, Esmeralda no iba a quedarse con el Jorobado.
#Triss

lunes, 11 de marzo de 2013

Always to blame


Hoy vengo a contaos una de esas historias que todos conocemos. Que en algún momento, todos hemos vivido o, en cualquier caso, acabaremos por vivir. Una historia que habla de orgullos, silencios y rencores. Pero también de ese cariño que ya forma parte del tuétano de tus huesos y de la nostalgia que se instalará entre tus costillas si es que esta historia no tiene un final feliz.
Os hablo de una historia sobre amistad y errores. Sobre recuerdos que te atormentaran durante las noches, y momentos que invadirán tus sueños cuando menos lo esperes.
Es ese tipo de historia que, si me preguntases que a qué se parece, te diría que es como una tormenta de verano. Y empieza de la misma forma: todo está despejado, y un instante después, el cielo se ha cubierto de nubarrones negros y la lluvia se ha desatado sobre tu cabeza.
Pero por desgracia, mi historia habla sobre personas y no sobre el tiempo. Y las cosas no suelen terminar de una forma tan simple como las lluvias del verano.
Y así, nos encontramos con que de repente, y sin explicarte cómo, las cosas han cambiado tanto que no las reconoces. O no te reconoces, según se mire.
De pronto, te llueven los reproches. Se cuestionan todas tus palabras. Tus pensamientos se convierten en ofensas sin ni siquiera darte cuenta y donde pensaste que siempre encontrarías una mano para apoyarte, resulta que hay contestaciones mordaces y malas caras. Dejas de tener conversaciones para tener discusiones, justo cuando el respeto ha terminado de salir por la ventana. Y algo que fue tan sencillo como respirar, empieza a requerir un esfuerzo que no sabes si merece la pena.
Y entonces entra en escena ese estúpido orgullo, que trae con él los días de silencios y de ignorarse, y las reacciones infantiles frente a la situación. Y va minando las ganas de solucionar las cosas que pudiese haber, al tiempo que cada minúsculo grano de arena se convierte en una montaña, cada vez más alta, que se interpone entre aquel a quien llamaste amigo.
Y es en ese momento cuando recuerdas todo lo que en algún momento te dijeron, y los consejos que un día te dieron. Descubres cual es tu lugar, y que no piensas bajar ni un sólo escalón... hasta que alguien decida subir el primero.
Porque te has cansado tanto de tragar orgullo una y otra vez, que en esta ocasión, te da igual no ser tú quien escriba el final de la historia.
~Triss